Diana
Cuevas
Recientemente
en El Faro Café-Galería fue presentado el libro “The song of
Inanna” y fue montada una exposición pictórica y de grabado de la
autora Liliana Kleiner.
La
artista visual y también terapeuta junguiana, especializada en el
análisis de sueños, lleva tres décadas trabajando mitos de mujeres
alrededor del mundo siendo algunos de éstos Psique, Lilith y la
Virgen de Guadalupe, a los que hoy se suma Inanna.
Con
Inanna recupera los vestigios del Femenino Sagrado existente en las
primeras tribus de la humanidad, antes de la emergencia de las
grandes civilizaciones, cuando se consideraba al mundo como una
totalidad, como unidad.
Al
respecto menciona en su libro: “me conmovió la historia de Inanna
por nuestra historia humana y me motivó el pensar que si fuimos
capaces de crear tal belleza y armonía en épocas pasadas, entonces
también somos capaces de ‘re-nacer’ y de evolucionar
conscientemente” (112)*.
El
particular espíritu artístico de la autora se nutre de diferentes
fuentes. Liliana nació en Argentina, creció en Israel, actualmente
vive en Canadá y, desde 1998, disfruta estancias temporales en la
ciudad de La Paz, Baja California Sur.
Según
comentó, fue una niña inquieta que desde los 6 años supo que era
una artista lo que la llevó, con el paso de los años, a “sacar
la voz” a través del arte.
Sin
embargo, también reconoció que ser poseedora de una fina
sensibilidad —que la hace identificarse con su gato, con los
hombres, con la niñez— no siempre le significó aceptación en una
sociedad que clasifica y normativiza a los seres humanos, por eso
decidió profundizar su conocimiento sobre las mujeres.
“El
feminismo salvó mi vida porque yo no encajaba socialmente, me
refiero a esta necesidad de tener que amoldarme a ser una muchacha”,
puntualizó.
Su
trabajo nos acerca a la condición humana originaria, que la sociedad
moderna desprecia, reconciliando los binarios masculino/femenino y
reconociendo como parte de nuestra naturaleza el equlibrio entre la
espiritualidad, la razón y el inconsciente.
El
trabajo visual de Liliana Kleiner es versátil y nada ortodoxo,
combina técnicas que incluyen cine, pintura al óleo, dibujo y
grabados con materiales naturales y papeles hechos a mano.
Liliana Kleiner platicando sobre su trabajo. Foto: El Faro Café/Galería.
Liliana Kleiner mostrando los grabados de The song of Inanna.
Foto: El Faro Café/Galería.
Foto: El Faro Café/Galería.
La
historia de Inanna
Dedicada
a indagar los vestigios de las sociedades matriarcales, Liliana ha
podido reconocer en ella y en otros seres vivos el Femenino Sagrado,
ese saber sobre el cual se construyó el patriarcado hace más de 5
mil años y que actualmente se mantiene invisibilizado.
Este
conocimiento le fue revelado
en un viaje a Creta, a la antigua ciudad griega de Minoa que se
organizó matriarcalmente y existió al mismo tiempo que los relatos
de Iannna, cuando se dejó
guiar por el poder de esculturas femeninas
y de
animales además de la representación de la Diosa con
serpientes en
sus manos, sus brazos extendidos
hacia el
cielo y con
un gato salvaje
sobre su cabeza (112)*.
“Lo
reconocí
porque estaba en mí desde tiempos ancestrales, es lo que se llama
inconsciente colectivo”, apunta. Ésta es precisamente la
experiencia que encierra “The song of Inanna”, a través los
relatos escritos sobre la Diosa
del amor y la guerra y reina de Uruk (hoy Irak) en la mitología
sumeria.
“Inanna
es la madre de Lilith. Fue una gran gobernante cuyos pobladores le
hicieron cantares para recordarla, en agradecimiento por haberles
donado sus poderes divinos”.
De
acuerdo al relato, Inanna logró unificar los mundos bajos y altos
del inframundo, la tierra y el cielo. Triunfó sobre el ego y se
coronó así misma. Amó su cuerpo y, como el Dionisos griego, supo
disfrutar de la vida, el alcohol y los placeres. En
una competencia de
cerveza ganó
los poderes masculinos del fuego, la creación de objetos, la
capacidad de ascender/descender del inframundo así como el arte de
tomar decisiones. Todos estos dones los compartió con su pueblo.
Pudiendo
elegir también al agricultor, prefirió enamorarse del pastor de
ovejas a quien le dedicó
hermosas poesías, le ofreció su amor y su cuerpo. Lo
hizo rey y lo trató como igual a ella. Kleiner destaca que este
enlace representó un amor puro, pues no tuvo como fin la
procreación, la formación de la familia nuclear o el mero placer
masculino.
Movida
por su voz interna se embarcó en la búsqueda de la espiritualidad y
descendió al inframundo a donde
llegó desnuda luego de ser
despojada de sus riquezas. En este lugar murió
y luego
fue resucitada.
Inanna
también fue violada cuando descansaba bajo la sombra de un árbol.
Llena de rabia buscó al agresor, de nombre Shukaletuda, en las
oscuridades del mundo hasta encontrarlo y mostrarlo a la luz. Cuando
esto ocurrió el hombre se declaró inocente. Como castigo Inanna
decidió que este cobarde acto y el nombre de Shukaletuda siempre
serían recordados en sus canciones, “más
que buscar venganza pretendía una transforación de la conciencia”,
escribe Kleiner.
En
su recorrido Inanna no estuvo sola, fue asistida por
su hermano Gilgamesh (mitad Dios, mitad hombre),
Enki (el andrógino padre espiritual
que vio por ella y la trató como una igual) y
su ministro Ninshubar, cómplices
de su propósito último.
Los
cantos a Inanna, descubiertos no hace más de un siglo, son relatos
plasmados en tablillas de barro con
escritura cuneiforme que permanecieron ocultos de la civilización
occidental. Para la autora se trata de escritos revolucionarios
fechados en
los inicios de la escritura, hacía el 2600 a.C., mucho antes de la
aparición de los libros sagrados de el Viejo Testamento (1450 a.C.)
y el Corán (632 d.C.).
Según
la artista, el ocultamiento del mito de Inanna se
debe a la colonización que el
patriarcado hizo sobre los saberes antiguos y la desintegración que
tenían los seres humanos con la naturaleza. “La humanidad cambió
de la vida nómada a la sedentarización. Se hizo a un lado la
espiritualidad de las diosas, las sociedades matriarcales fueron
erradicadas y con ello se demonizó al femenino sagrado”.
El
patriarcado, agrega, derivó del sedentarismo aparejado a la
agricultura, de la creación de la propiedad privada, de la
emergencia de las grandes religiones monoteístas, del surgimiento
del lenguaje así como de la administración del poder (uso de la
violencia) en las ciudades.
En
el comienzo, en la unidad, las mujeres eran amantes, guerreras,
madres, doncellas y sacerdotisas, posteriormente la colectividad
masculina sólo les reconoció cualidades pasivas. Pero ésto no sólo
ocurrió con las mujeres, lo lamentable es que “el mundo fue
separado en cielo, tierra e inframundo y a cada ámbito se le otorgó
una representación. El cielo fue asociado a la divinidad del
espíritu, la tierra pasó a considerarse el lugar del ego y de la
razón, mientras que en el inframundo se colocó al inconsciente”.
Para
la autora esta división del mundo puede ser vista también como “el
inicio y el fin del capitalismo y la sociedad patriarcal”, en cuya
fase de declive se encuentra la sociedad moderna.
Grabado de Liliana Kleiner.
Reconocer
la unidad, una posibilidad para evolucionar como humanidad
Liliana
considera que, derivado de la pérdida del Femenino Sagrado, la
humanidad pasó a ser dominada por el ego, es decir, por aquello que
la razón considera como válido. “El costo ha sido salirnos del
equilibrio, a tal punto que no sabemos conectarnos con nuestro propio
corazón y como consecuencia estamos destruyendo la tierra, el agua,
la vida, destruyendo el propio amor”, expresó.
Es
la violencia lo que mantiene en última instancia tanto al
patriarcado como al capitalismo, palpable por un lado, al tener como
valor preciado los objetos materiales y convertir al dinero en Dios y
por otro, al despreciar lo sagrado. Lo que en palabras de Liliana “se
equipara con una violación a la madre tierra y también a la
violación de la mujer”.
Pero
no todo está perdido, para la autora es posible reconocer el
femenino sagrado presente en cada ser humano a través de los sueños,
al escuchar la intuición, a partir de todo aquello que confronta
“nuestra sombra”. En sus palabras “el femenino sagrado hace que
retomemos el poder de nuestra sabiduría íntima”.
Un
potencial se encontraría además en una nueva educación para
hombres y mujeres, “afortunadamente cada vez son más las mujeres
despertando a su propia verdad, como lo vimos con ‘#MeToo’; pero
también existe un regreso a saberes ecológicos, por ejemplo. Esto
nos quiere decir que el poder de la humanidad es el poder de la
conciencia y el sentir”.
Ahora
que vivimos el final del capitalismo y del patriarcado como los
conocemos, agrega la autora, “recuperar el femenino sagrado
significa despertar la conciencia, lo andrógino, contribuir al
equilibrio del mundo. Además podemos despertar juntos, entre
parejas, entre amigos”, finalizó.
Referencias:
Kleiner,
L. (2017). The Song of Inanna. Jerusalem: Jerusalem Fine Art Prints.
Liliana
Kleiner. Art and dream work. Recuperado de http://lilianakleiner.com/
*
Traducción propia.