lunes, 19 de febrero de 2018

“La canción de Inanna”, un camino hacia la revelación del Femenino Sagrado



Diana Cuevas

Recientemente en El Faro Café-Galería fue presentado el libro “The song of Inanna” y fue montada una exposición pictórica y de grabado de la autora Liliana Kleiner.

La artista visual y también terapeuta junguiana, especializada en el análisis de sueños, lleva tres décadas trabajando mitos de mujeres alrededor del mundo siendo algunos de éstos Psique, Lilith y la Virgen de Guadalupe, a los que hoy se suma Inanna.

Con Inanna recupera los vestigios del Femenino Sagrado existente en las primeras tribus de la humanidad, antes de la emergencia de las grandes civilizaciones, cuando se consideraba al mundo como una totalidad, como unidad.

Al respecto menciona en su libro: “me conmovió la historia de Inanna por nuestra historia humana y me motivó el pensar que si fuimos capaces de crear tal belleza y armonía en épocas pasadas, entonces también somos capaces de ‘re-nacer’ y de evolucionar conscientemente” (112)*.

El particular espíritu artístico de la autora se nutre de diferentes fuentes. Liliana nació en Argentina, creció en Israel, actualmente vive en Canadá y, desde 1998, disfruta estancias temporales en la ciudad de La Paz, Baja California Sur.

Según comentó, fue una niña inquieta que desde los 6 años supo que era una artista lo que la llevó, con el paso de los años, a “sacar la voz” a través del arte.

Sin embargo, también reconoció que ser poseedora de una fina sensibilidad —que la hace identificarse con su gato, con los hombres, con la niñez— no siempre le significó aceptación en una sociedad que clasifica y normativiza a los seres humanos, por eso decidió profundizar su conocimiento sobre las mujeres.

El feminismo salvó mi vida porque yo no encajaba socialmente, me refiero a esta necesidad de tener que amoldarme a ser una muchacha”, puntualizó.

Su trabajo nos acerca a la condición humana originaria, que la sociedad moderna desprecia, reconciliando los binarios masculino/femenino y reconociendo como parte de nuestra naturaleza el equlibrio entre la espiritualidad, la razón y el inconsciente.

El trabajo visual de Liliana Kleiner es versátil y nada ortodoxo, combina técnicas que incluyen cine, pintura al óleo, dibujo y grabados con materiales naturales y papeles hechos a mano.


        Liliana Kleiner platicando sobre su trabajo. Foto: El Faro Café/Galería.


                Liliana Kleiner mostrando los grabados de The song of Inanna.
  Foto: El Faro Café/Galería.



La historia de Inanna

Dedicada a indagar los vestigios de las sociedades matriarcales, Liliana ha podido reconocer en ella y en otros seres vivos el Femenino Sagrado, ese saber sobre el cual se construyó el patriarcado hace más de 5 mil años y que actualmente se mantiene invisibilizado.

Este conocimiento le fue revelado en un viaje a Creta, a la antigua ciudad griega de Minoa que se organizó matriarcalmente y existió al mismo tiempo que los relatos de Iannna, cuando se dejó guiar por el poder de esculturas femeninas y de animales además de la representación de la Diosa con serpientes en sus manos, sus brazos extendidos hacia el cielo y con un gato salvaje sobre su cabeza (112)*.

Lo reconocí porque estaba en mí desde tiempos ancestrales, es lo que se llama inconsciente colectivo”, apunta. Ésta es precisamente la experiencia que encierra “The song of Inanna”, a través los relatos escritos sobre la Diosa del amor y la guerra y reina de Uruk (hoy Irak) en la mitología sumeria.

Inanna es la madre de Lilith. Fue una gran gobernante cuyos pobladores le hicieron cantares para recordarla, en agradecimiento por haberles donado sus poderes divinos”.

De acuerdo al relato, Inanna logró unificar los mundos bajos y altos del inframundo, la tierra y el cielo. Triunfó sobre el ego y se coronó así misma. Amó su cuerpo y, como el Dionisos griego, supo disfrutar de la vida, el alcohol y los placeres. En una competencia de cerveza ganó los poderes masculinos del fuego, la creación de objetos, la capacidad de ascender/descender del inframundo así como el arte de tomar decisiones. Todos estos dones los compartió con su pueblo.

Pudiendo elegir también al agricultor, prefirió enamorarse del pastor de ovejas a quien le dedicó hermosas poesías, le ofreció su amor y su cuerpo. Lo hizo rey y lo trató como igual a ella. Kleiner destaca que este enlace representó un amor puro, pues no tuvo como fin la procreación, la formación de la familia nuclear o el mero placer masculino.

Movida por su voz interna se embarcó en la búsqueda de la espiritualidad y descendió al inframundo a donde llegó desnuda luego de ser despojada de sus riquezas. En este lugar murió y luego fue resucitada.

Inanna también fue violada cuando descansaba bajo la sombra de un árbol. Llena de rabia buscó al agresor, de nombre Shukaletuda, en las oscuridades del mundo hasta encontrarlo y mostrarlo a la luz. Cuando esto ocurrió el hombre se declaró inocente. Como castigo Inanna decidió que este cobarde acto y el nombre de Shukaletuda siempre serían recordados en sus canciones, “más que buscar venganza pretendía una transforación de la conciencia”, escribe Kleiner.

En su recorrido Inanna no estuvo sola, fue asistida por su hermano Gilgamesh (mitad Dios, mitad hombre), Enki (el andrógino padre espiritual que vio por ella y la trató como una igual) y su ministro Ninshubar, cómplices de su propósito último.

Los cantos a Inanna, descubiertos no hace más de un siglo, son relatos plasmados en tablillas de barro con escritura cuneiforme que permanecieron ocultos de la civilización occidental. Para la autora se trata de escritos revolucionarios fechados en los inicios de la escritura, hacía el 2600 a.C., mucho antes de la aparición de los libros sagrados de el Viejo Testamento (1450 a.C.) y el Corán (632 d.C.).

Según la artista, el ocultamiento del mito de Inanna se debe a la colonización que el patriarcado hizo sobre los saberes antiguos y la desintegración que tenían los seres humanos con la naturaleza. “La humanidad cambió de la vida nómada a la sedentarización. Se hizo a un lado la espiritualidad de las diosas, las sociedades matriarcales fueron erradicadas y con ello se demonizó al femenino sagrado”.

El patriarcado, agrega, derivó del sedentarismo aparejado a la agricultura, de la creación de la propiedad privada, de la emergencia de las grandes religiones monoteístas, del surgimiento del lenguaje así como de la administración del poder (uso de la violencia) en las ciudades.

En el comienzo, en la unidad, las mujeres eran amantes, guerreras, madres, doncellas y sacerdotisas, posteriormente la colectividad masculina sólo les reconoció cualidades pasivas. Pero ésto no sólo ocurrió con las mujeres, lo lamentable es que “el mundo fue separado en cielo, tierra e inframundo y a cada ámbito se le otorgó una representación. El cielo fue asociado a la divinidad del espíritu, la tierra pasó a considerarse el lugar del ego y de la razón, mientras que en el inframundo se colocó al inconsciente”.

Para la autora esta división del mundo puede ser vista también como “el inicio y el fin del capitalismo y la sociedad patriarcal”, en cuya fase de declive se encuentra la sociedad moderna.



Grabado de Liliana Kleiner.



Reconocer la unidad, una posibilidad para evolucionar como humanidad

Liliana considera que, derivado de la pérdida del Femenino Sagrado, la humanidad pasó a ser dominada por el ego, es decir, por aquello que la razón considera como válido. “El costo ha sido salirnos del equilibrio, a tal punto que no sabemos conectarnos con nuestro propio corazón y como consecuencia estamos destruyendo la tierra, el agua, la vida, destruyendo el propio amor”, expresó.

Es la violencia lo que mantiene en última instancia tanto al patriarcado como al capitalismo, palpable por un lado, al tener como valor preciado los objetos materiales y convertir al dinero en Dios y por otro, al despreciar lo sagrado. Lo que en palabras de Liliana “se equipara con una violación a la madre tierra y también a la violación de la mujer”.
Pero no todo está perdido, para la autora es posible reconocer el femenino sagrado presente en cada ser humano a través de los sueños, al escuchar la intuición, a partir de todo aquello que confronta “nuestra sombra”. En sus palabras “el femenino sagrado hace que retomemos el poder de nuestra sabiduría íntima”.

Un potencial se encontraría además en una nueva educación para hombres y mujeres, “afortunadamente cada vez son más las mujeres despertando a su propia verdad, como lo vimos con ‘#MeToo’; pero también existe un regreso a saberes ecológicos, por ejemplo. Esto nos quiere decir que el poder de la humanidad es el poder de la conciencia y el sentir”.

Ahora que vivimos el final del capitalismo y del patriarcado como los conocemos, agrega la autora, “recuperar el femenino sagrado significa despertar la conciencia, lo andrógino, contribuir al equilibrio del mundo. Además podemos despertar juntos, entre parejas, entre amigos”, finalizó.


Referencias:
Kleiner, L. (2017). The Song of Inanna. Jerusalem: Jerusalem Fine Art Prints.
Liliana Kleiner. Art and dream work. Recuperado de http://lilianakleiner.com/

* Traducción propia.

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